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Luis Félix

México se prepara para las mayores elecciones generales de su historia, en las que se espera que voten 97 millones de personas el 2 de junio del 2024. Aunque el país no es ajeno a la violencia electoral, actualmente se enfrenta a una nueva oleada de ataques por motivos políticos. Desde junio del 2023, más de 80 personas han sido asesinadas (de las cuales 34 eran candidatos a cargos públicos) y 17 han sido secuestradas. Este patrón de violencia hacia aspirantes políticos y funcionarios electorales, impulsado por el crimen organizado, sigue atentando contra la integridad de la democracia mexicana.

Según el Índice global de crimen organizado 2023, México ocupa el tercer lugar mundial en cuanto a niveles de crimen organizado. Las redes criminales ejercen un fuerte control sobre el país y explotan a las instituciones del Estado mediante sobornos e intimidación. Estas redes están implicadas en mercados criminales que van desde el tráfico de drogas, la trata de personas y el tráfico de armas hasta los secuestros, la extorsión y delitos contra el medioambiente. Sin embargo, las organizaciones criminales más poderosas han trascendido estos mercados criminales y se han adentrado en otras áreas de toma de decisiones como la esfera política, donde la corrupción institucional permite que estos grupos se apoderen de estas áreas.

La diversificación hacia nuevos mercados ilícitos como resultado de las nuevas regulaciones sobre el cannabis y la creciente demanda de fentanilo en Estados Unidos, junto con el aumento del consumo de metanfetamina en México, ha tenido grandes consecuencias en el panorama del crimen organizado mexicano. Los cárteles del narcotráfico han evolucionado hacia empresas criminales locales dedicadas al robo de petróleo, la extorsión, los asesinatos por encargo y los secuestros, actividades que requieren un estrecho control territorial. Como consecuencia, la política local se ha convertido en un factor clave de sus operaciones.

A su vez, los efectos de la transición democrática en México, que comenzó en el año 2000 con el primer cambio de partido desde la Revolución mexicana de 1910, siguen transformando el panorama político. Hace una década, la política local estaba mucho menos disputada que ahora. Hoy en día, con más actores y mayores intereses económicos impulsados por el creciente comercio internacional, la competencia política local ha aumentado. La violencia se utiliza para ejercer el poder, intimidar, silenciar y manipular los resultados políticos. Los candidatos y los trabajadores electorales pueden ser atacados por la oposición (incluso rivales dentro de su propio partido) o por redes criminales, que utilizan la violencia para presionar a los candidatos a que cumplan sus órdenes o para intimidar a los votantes. Los favores de un gobernante municipal pueden facilitar el transporte, el acceso territorial, los alquileres o los contratos, perpetuando así la impunidad de estas redes criminales.

Sinaloa en el punto de mira

Aunque los grupos criminales están presentes en todo el país, su control sobre el estado de Sinaloa es particularmente preocupante. Según la última Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, del 2023, el 50 % de los sinaloenses se sienten inseguros y consideran este problema el más importante del estado. Esto se debe en gran medida a la historia del narcotráfico en Sinaloa, ya que el estado es sede de uno de los cárteles más poderosos del mundo, el Cártel de Sinaloa. Durante la campaña electoral, en el estado se han cometido asesinatos, secuestros, atentados y amenazas contra periodistas, candidatos y funcionarios electorales. Sinaloa se encuentra hoy entre los estados prioritarios para el Gabinete de Seguridad Nacional por la posible violencia durante la jornada electoral.

Treinta y seis candidatos sinaloenses ya han abandonado sus campañas por motivos de seguridad, otros 19 han reportado al Instituto Nacional Electoral temor a la violencia y tres están siendo atendidos con protección.

A nivel nacional, se han denunciado casi 300 casos de violencia en este ciclo electoral. Este clima violento ha provocado un aumento de las solicitudes de protección federal (pasando de 250 a 360 en una sola semana en abril), con 492 solicitudes de protección actualmente siendo atendidas. Los candidatos a cargos de Gobierno local están particularmente en riesgo: el 77 % de los candidatos municipales en México fueron víctimas de la violencia entre 2018 y 2023, y se registraron 836 ataques.

Este patrón de violencia se repite en cada ciclo electoral, evidenciando el poder y la impunidad del crimen organizado en el país. Durante las últimas elecciones en 2021, nueve operadores electorales fueron secuestrados en Culiacán y Badiraguato, cuidades sinaloenses, incluido el hermano de una de las candidatas a la alcaldía de Badiraguato, que abandonó inmediatamente la contienda.

Democracia en peligro

Que en los últimos años haya una creciente propensión a la violencia política y electoral en México indica cómo el crimen organizado se está infiltrando cada vez más en el aparato del Estado e influyendo en la toma de decisiones. En su intento por mantener el control de las entidades estatales que les permiten operar con impunidad, los grupos criminales intimidan y asesinan a candidatos, funcionarios públicos y a cualquier persona que se oponga a sus intereses. Esto deja al descubierto la incapacidad del Estado para garantizar la integridad de los candidatos y también de los ciudadanos, y señala las fallas en los mecanismos de protección a las víctimas, que a menudo carecen de fondos suficientes, no están bien gestionados y están plagados de corrupción.

Sinaloa es un ejemplo de cómo ha operado el crimen organizado en México durante décadas, introduciéndose en asuntos que van desde lo político a actividades cotidianas de las personas. Una estrecha monitorización del proceso electoral en el país, y en Sinaloa en particular, es clave para comprender mejor la relación entre las redes del crimen organizado y la esfera política. El derecho a elecciones pacíficas y justas es un pilar fundamental en la construcción de la democracia. Las autoridades locales y federales deben analizar los obstáculos que impiden la celebración de procesos electorales justos, y dar prioridad a la financiación y gestión de programas de protección a las víctimas. Para ser transparentes, esto debería hacerse en colaboración con organizaciones de la sociedad civil que conozcan las dinámicas locales del crimen organizado, y con el apoyo de la comunidad internacional.

La violencia electoral es un grave problema de seguridad en todo el mundo. Ya sea en México, Sudáfrica o Nigeria, por citar solo algunos ejemplos recientes, la infiltración de redes criminales en los procesos electorales contribuye a la inestabilidad, desafía la legitimidad del Estado y daña la confianza en la democracia. Esto, a su vez, debilita la resiliencia de los Estados y las comunidades ante el creciente poder del crimen organizado transnacional.

Fotografía: Element5 Digital on Unsplash