Posted on 18 Aug 2015
Often called ‘Africa’s first narco-state’, Guinea-Bissau achieved notoriety for becoming the foremost West African thru-passage at a time when an estimated 25% of Europe’s cocaine was trafficked through the region. Actors at the highest level of the state were apparently personally involved and profiting from the trade, triggering decades of political insecurity, including multiple coups and assassinations.
In a recent article for the Journal of Modern African Studies (JMAS), “Drug trafficking in Guinea-Bissau 1998-2004: the evolution of an elite protection network“, Global Initiative Director Mark Shaw argues that using the term ‘narco-state’, where much of the state has little or no capacity, is inappropriate.
As in all cases, granularity offers greater insights than generalities, and a close study of protection networks, rather than an over-reliance on seizures, offers far greater insight into the likely impact of illicit trade on state stability. In the article, Shaw brings to bear his fifteen years of engagement with the country to chart evolution of the drug trafficking industry, identifying the key actors, mapping their functions and “fluctuating and ambiguous alliances”. In doing so, he identifies that a series of ‘entrepreneurs’ who operated as an interface between traffickers and the elite, and were pivotal to the drug trade becoming embedded in the political and economic fabric of the state in the critical period post-independence.
While the role of the military often headlines in discussion about Guinea Bissau – in particular when Chiefs of the Army and Navy both sit on the DEA’s drug kingpin list, the narrative shows in fact exclusive control by high-ranking military personnel within the elite network only occurred relatively late. In the boom years, their role was restricted to the provision of ‘elite protection’, paid to ensure the safe arrival and transit of the flows rather than actually doing the trafficking themselves. In fact, Shaw concludes, it was senior soldiers’ attempts to provide more than just protection, and to enter the drug market directly, led to the network’s undoing.
This detailed historical analysis adds value in understanding how criminal networks form, evolve and decline, but it also offers a note of caution for the future trajectory of Guinea-Bissau. Great strides have been taken by the new Government to delink from illicit trade, and to swiftly and firmly remove key figures from the drug trafficking networks of the past. However, the entrepreneurial network that facilitated the first contacts still remain, and the military structures that have long relied on profits from illicit trafficking are also still very much in place. As the process of state reconstitution continues, attention must continue to be paid to those who may seek out new forms of protection, be it from the new political elite or their old contacts within the military.
Guinea-Bissau: ¿narco estado o red selecta de protección?
Guinea-Bissau, conocida muchas veces como “el primer narco estado de África”, adquirió su mala reputación por transformarse en el principal pasaje en África Occidental cuando alrededor del 25% de la cocaína en Europa se traficaba por la región. Al parecer, estaban personalmente involucrados en el comercio varios actores de los más altos niveles del Estado, hecho que generó décadas de inestabilidad política, incluidos múltiples golpes de Estado y asesinatos.
En un artículo publicado recientemente para el Journal of Modern African Studies (JMAS) titulado “Drug trafficking in Guinea-Bissau 1998-2004: the evolution of an elite protection network“ el Director de Global Initiative, Mark Shaw, sostiene que utilizar el término “narco estado”, en donde gran parte del Estado tiene poca o nula capacidad, no es adecuado.
Como en todos los casos, un análisis detallado de la situación ofrece un grado mayor de comprensión que una evaluación generalizada; del mismo modo, un estudio profundo sobre las redes de protección, en vez de sobre la dependencia excesiva en las incautaciones, brinda un entendimiento más amplio sobre el probable impacto del comercio ilícito sobre la estabilidad del Estado. En este artículo, Shaw hace uso de sus quince años de compromiso con el país para mostrar la evolución del narcotráfico, identificando sus actores principales, sus funciones y sus “alianzas ambiguas y fluctuantes”. Al hacerlo, identifica una serie de “emprendedores” que operaban como nexo entre los traficantes y la élite, fundamentales para que el comercio de drogas se integre en el entramado de la política y la economía del Estado en el período crítico post-independencia.
Si bien el rol de los militares suele ser central en la discusión sobre Guinea-Bissau, en particular cuando en la lista de la DEA de los cabecillas del narcotráfico se encuentran Jefes de la Armada y de la Fuerza Naval, la narrativa muestra que de hecho el control exclusivo del personal militar de alto rango dentro de esta red de protección ocurrió relativamente tarde. En los años del auge, su rol se limitaba a dar una “protección selecta” – se les pagaba para asegurar la llegada y el tránsito de los flujos y no para realizar el tráfico ellos mismos. De hecho, concluye Shaw, fueron los intentos de los soldados de mayor jerarquía de proveer más que sólo protección, e ingresar al mercado de drogas directamente, lo que llevó al colapso de la red.
Este análisis histórico detallado añade valor a la comprensión de cómo se forman, evolucionan y decaen las redes criminales, pero también da un mensaje de precaución para el futuro recorrido de Guinea-Bissau. El nuevo gobierno ha dado grandes pasos para romper los lazos con el comercio ilícito, y para sacar rápidamente y con firmeza a las figuras que en el pasado fueron centrales para el narcotráfico. No obstante, aún existe la red emprendedora que facilitó los primeros contactos, y las estructuras militares que desde hace mucho tiempo dependen de las ganancias del comercio ilícito siguen bien en pie. Mientras continúa el proceso de reconstrucción del Estado, es menester seguir observando a aquellos que pueden buscar nuevas formas de protección, tanto de la nueva élite política como de viejos contactos dentro de las fuerzas militares.