Las imágenes de miles de migrantes atravesando el Darién para llegar a Estados Unidos circulan masivamente por las redes sociales y los medios de comunicación. Son grandes y múltiples grupos —muchos de ellos niños, personas de la tercera edad y en condición de discapacidad— que, en busca de mejores oportunidades de vida, atraviesan esta zona entre Colombia y Panamá, poniendo en riesgo su vida.

El Darién es una zona selvática compartida por Colombia y Panamá que representa la conexión terrestre entre América Central y América del Sur. Del lado colombiano se compone de los municipios de Acandí, Unguía, Riosucio y Juradó, en el Chocó; del lado panameño, de la provincia del Darién y la comarca Emberá Wounaan.

Según las autoridades panameñas, la cifra de migrantes que cruzaron esta región entre enero y septiembre del 2022 asciende a 151 000 personas. Eso significa que, sin haber terminado el año, la cifra ya aumentó un 13 % con respecto al 2021, con 133 000 migrantes.

La travesía por el Darién implica atravesar una de las selvas más espesas del mundo. Según Médicos Sin Fronteras, hay tres peligros principales: el primero es la exigencia física del recorrido, una caminata por la selva que puede durar hasta 10 días, en condiciones precarias, sin medicamentos ni atención en salud cercana. El segundo son los ríos, cuyas corrientes son fuertes y pueden cambiar repentinamente. Una cantidad indeterminada de personas han perdido la vida en la selva de estas dos formas. El tercero es la violencia, expresada en robos frecuentes y violencia sexual contra mujeres y personas LGBTQI+. Según Médicos sin Fronteras, se estima que han ocurrido cerca de 400 casos de violencia sexual entre abril del 2021 y junio del 2022.

Rutas usadas por los migrantes para llegar a Panamá, agosto del 2022.

El tráfico de migrantes en esta región sigue el patrón reciente de análisis encontrado en otras partes del mundo. Se trata de una red local colombiana, especializada en la prestación de servicios logísticos de transporte marítimo y terrestre, limitada a la geografía de esta región. La forma en la que se ha organizado el tráfico no se asemeja a la subestructura de una red nacional centralizada que controla el tráfico de migrantes a lo largo del país o de la región, sino a una economía local, compuesta por un grupo independiente de facilitadores de origen comunitario. Este fenómeno es un eslabón más en una cadena de actores que prestan servicios similares de manera fragmentada en todo el recorrido hacia Estados Unidos.

A pesar del carácter local de los operadores, en el Darién confluyen actividades de redes nacionales y transnacionales de tráfico de migrantes que interactúan con el Clan del Golfo (o Autodefensas Gaitanistas de Colombia) por cuenta de su control hegemónico de la región del lado colombiano de la frontera con Panamá. Aunque su rol en las dinámicas de gobernanza criminal en la región es amplio y públicamente conocido, este grupo del crimen organizado tiene una influencia puntual sobre el tráfico y el paso de migrantes.

La manera en la que el Clan del Golfo se ha insertado en esta economía ha evolucionado a medida que su forma de operar ha cambiado en los últimos años y que el flujo migratorio ha aumentado, perturbando la estabilidad de la región y, en consecuencia, sus ingresos irregulares primordiales.

La migración en esta región no es un fenómeno nuevo, pero ha tomado relevancia en los dos últimos años. Esto ha generado innumerables artículos periodísticos que narran la situación de los migrantes y las travesías por el Darién, pero es poco lo que se ha escrito sobre el fenómeno del tráfico de migrantes, las transformaciones migratorias y el papel del crimen organizado.

Este es el primer resultado de una alianza en la que están trabajando la Fundación Ideas para la Paz (FIP) y GI-TOC, para dinamizar la agenda de crimen organizado en el país.

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