piratesFor international mariners, 2014 began on an optimistic note. Pirate attacks were at their lowest level in seven years, driven in large part by a steep drop in Somali piracy.  However, there is reason to take these numbers with a grain of salt. Even while Somali piracy is dissipating, the larger threat of maritime crime is here to stay. Attacks have increased in the Gulf of Guinea, while structural conditions which facilitate piracy – weak state control, availability of weapons, a dearth of economic opportunities – are present in many of the world’s littoral states. A key trend to watch for 2014 will be the evolution of global piracy from opportunistic raids to professional operations engineered by experienced criminals and mariners. It is highly likely that the bulk of attacks will be conducted outside of the western Indian Ocean, with many occurring either in the Gulf of Guinea or East Asia.

Over the last twenty years, maritime piracy has spiked dramatically. Even with the sharp decline in attacks registered in 2013, there were nearly double as many incidents as in 1993. The increase has been driven in part by an increase in international shipping activity, which creates more potential targets to interdict. However structural conditions on land have also played a role. For a host of littoral nations, the last 20 years have witnessed a decline in government capacity, scarce job prospects for many youth, and the emergence of non-state armed groups – insurgents, militias, and gangs – in control of coastal areas.

As 2014 dawns, other trends have emerged to further fuel maritime piracy. The world’s shorelines are increasingly crowded with dense urban eco-systems. Many these cities are barely controlled, with formal governance institutions playing only a glancing role in the actual life of the city. Thick networks of gangs and criminal organization have moved into these areas, pursuing illicit and peri-illicit business opportunities with little fear of arrest or interdiction. The most organized and ambitious amongst these groups are likely to begin to move offshore, targeting the lucrative opportunities for hostages, cargo, and bunkered oil that sit off their coastline. This may already be happening in West Africa, where piracy has become increasingly professionalized over the last five years. Attacks on ships underway have increased, as has hostage taking, and the industrial scale theft of oil at sea.

The latter target hints at a final structural condition that is likely to propel piracy in the coming years. The global search for oil is increasingly occurring offshore, clustering high-value vessels and equipment in easily identifiable zone. They are ripe targets for pirates, especially if the country that enjoys de jure control of the waters does not have adequate naval capacity to assure de facto control.

While piracy is an age-old criminal endeavor, piracy in the modern age differs dramatically from the brigands of yore. It is defined by innovation and professionalization, increasingly linked to transnational organized crime groups, and fueled by opportunity and economic desperation. Modern piracy is also financially draining for the international economy, a reality driven home by the high systemic costs of Somali piracy. In 2014 and beyond, the international community should closely monitor where pirate attacks are carried out, the tactics which are used, and the commodities/types of vessels targeted. Only with continual analysis will rapid responses be found to nip-incipient piracy challenges in the bud, before they morph into more systemic threats.

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Merodeadores en el mar

Para los marinos internacionales, 2014 comenzó con una nota optimista. Los ataques piratas habían mermado hasta llegar a su nivel más bajo en siete años debido, en gran parte, a la fuerte caída de la piratería en Somalia. No obstante, estas cifras deberían tomarse con pinzas. Incluso cuando la piratería en Somalia está disipándose, la mayor amenaza del delito en alta mar está aquí para quedarse. El Golfo de Guinea ha visto elevar el número de ataques, y las condiciones estructurales que facilitan la piratería –el débil poder del estado, la disponibilidad de armas, la falta de oportunidades económicas- están presentes en muchos países litorales del planeta. Una tendencia clave para seguir de cerca en 2014 será la evolución de la piratería a nivel global, desde los asaltos oportunistas hasta las operaciones profesionales diseñadas por criminales y marineros experimentados. Es altamente probable que los ataques se lleven a cabo fuera del Océano Índico Occidental, y que muchos ocurran en el Golfo de Guinea o en el este asiático.

Durante los últimos veinte años, la piratería en alta mar ha aumentado drásticamente. Incluso con el marcado descenso en los ataques registrado en 2013, se contabilizaron casi el doble de los incidentes que en 1993. El aumento ha sido motivado, en parte, por el incremento en la actividad del transporte internacional, hecho que genera más blancos potenciales a interceptar. No obstante, las condiciones estructurales en tierra también han jugado un rol importante. Durante los últimos 20 años, varias naciones litorales han sido testigo de un descenso en la capacidad gubernamental, de escasas oportunidades laborales para los jóvenes, y del surgimiento de grupos armados no estatales –insurgentes, milicias y bandas- en control de las áreas costeras.

Con el inicio de 2014, han aparecido otras tendencias que vienen a alimentar aún más la piratería marítima. Las costas en todo el mundo están cada vez más pobladas con densos ecosistemas urbanos. Muchas de estas ciudades prácticamente no son controladas, y sus instituciones gubernamentales formales cumplen sólo el rol de observadores de la vida de la ciudad. Pesadas redes de criminales se han mudado a estas regiones persiguiendo oportunidades de negocios lícitos con muy poco temor a los arrestos o a las interdicciones. Los grupos más organizados y ambiciosos probablemente comiencen a trasladarse lejos de las orillas en busca de oportunidades lucrativas para tomar rehenes y robar cargamentos que estén anclados cerca de sus costas. Esto ya puede estar ocurriendo en África Occidental, en donde la piratería se ha ido profesionalizando a lo largo de los últimos cinco años. Los ataques a barcos en marcha se han elevado, del mismo modo que lo ha hecho la práctica de tomar rehenes y la escala industrial del robo de petróleo en alta mar.

Este último es un indicio de una condición estructural final que es probable que impulse la piratería en los próximos años. La búsqueda de petróleo a nivel global está ocurriendo mar adentro con cada vez más frecuencia, agrupando a busques y equipos de gran valor es zonas fácilmente identificables. Son presa fácil para piratas, especialmente si el país que goza del control de derecho de las aguas no cuenta con una capacidad naval adecuada para garantizar el control de hecho.

Si bien la piratería es una práctica delictiva de larga data, en la era moderna difiere drásticamente de los forajidos de otros tiempos. Está definida por la innovación y la profesionalización, su creciente conexión con grupos de delincuencia transnacional organizada, e impulsada por la desesperación económica y la oportunidad. La piratería moderna está también vaciando financieramente la economía internacional, hecho que es demostrado por los altos costos sistemáticos de la piratería en Somalia. A partir de 2014, la comunidad internacional debería monitorear de cerca las zonas en donde los ataques piratas se llevan a cabo, las tácticas que son empleadas, y los tipos de barcos o mercancías que son perseguidos. Sólo mediante un análisis continuo se encontrarán rápidas respuestas a los desafíos incipientes de la piratería antes de que se transforme en una amenaza más sistemática.