In 2012, Colombian news outlet Semana obtained a video from the country’s law enforcement showing a handcuffed man called Daniel ‘El Loco’ Barerra – a drug trafficker who had been arrested in Venezuela and was being extradited to Colombia. Then president Juan Manuel Santos proclaimed that Barerra was ‘the last of the great capos‘. But the video tells a different story: Barerra can be seen warning law enforcement officers of a man named ‘Otoniel’, repeatedly calling him an ‘animal’.
The man he was talking about was Dairo Antonio Úsuga, alias ‘Otoniel’, the leader of Clan del Golfo (also known as Clan Úsuga, the Urabeños and Autodefensas Gaitanistas de Colombia) and he came from Úraba, the banana-growing jungle region in the north of the country, on the border with Panama.
A household name
Clan del Golfo was birthed out of a violent right-wing paramilitary movement known as the Autodefensas Unidas de Colombia in 2006, becoming a hybrid organized criminal paramilitary group. Operating through a franchise-system structure, over the course of the next 15 years, Clan del Golfo battled with armed groups such as the Revolutionary Armed Forces of Colombia (FARC), the National Liberation Army (ELN), Los Rastrojos, Oficina de Envigado and FARC dissidents to become the biggest drug trafficking organization in Colombia. Its size became such that other organized criminal groups paid Clan del Golfo to traffic their cocaine.
Clan del Golfo cultivated connections with other organized criminal groups across the world – from Mexico’s Jalisco New Generation Cartel and Sinaloa Cartel, to Italian mafia groups including the Calabrese mafia, Cosa Nostra and ‘Ndrangheta, not forgetting the Balkan networks.
Otoniel, along with his brother Juan de Dios Úsuga, alias ‘Giovanni’, took control of Clan del Golfo in 2009. When Giovanni was killed at the hands of law enforcement in 2012, Otoniel assumed sole power. In response to Giovanni’s killing, Clan del Golfo imposed a curfew on the entire population of northern Colombia: all business, trade and public transport were forbidden. In an echo of a move done by Colombian kingpin Pablo Escobar, Otoniel also offered US$500 for the life of any Colombian police officer. These actions made Otoniel a household name in Colombia – and a marked man.
Clan del Golfo continued to expand, including into other illicit markets such as illegal gold mining, battling with groups such as the ELN and FARC dissidents for the riches beneath their feet and causing severe and long-lasting environmental damage through deforestation and mercury poisoning. Clan del Golfo now exert control over mines , whether licit or illicit, artisanal or multinational, and they do this through violence, assassinations and the extortion of workers. To top it off, gold is used to launder dirty drug-trafficking money.
Operation Agamemnon
In 2015, Bloque de Búsqueda (search bloc), the Colombian police unit made famous by its killing of Escobar in 1993, was tasked with tracking down Otoniel in Operation Agamemnon. But despite this increased attention from law enforcement, the fortunes of Clan del Golfo continued to rise, particularly after the demobilization of the FARC in 2016, when it expanded into the newly vacated territory. But with the removal of the FARC, the Colombian army sought to find a new role, and they saw that as fighting organized crime. Bloque de Búsqueda was now joined in the search for Otoniel by the Colombian army and their expertise – Operation Agamemnon II had begun.
Otoniel then spent much of his time travelling between rural safe houses in Úraba, with just four armed guards and never staying anywhere for more than two nights, as he feared capture if he got too close to urban areas. He reportedly had a liking for young girls, committing serial sexual abuse on minors who were trafficked to his jungle home.
The misery of a life on the run led him in 2017 to seek a deal with the government. He asked Pope Francis, who was visiting the country, to intercede on their behalf. But Operation Agamemnon II was now in full swing and the senior leadership within Clan del Golfo was being knocked down one by one, including Otoniel’s own family members. The net was closing in.
In October 2021, UK and US intelligence joined their Colombian counterparts to track down the location of Otoniel in his jungle hideout using satellite imagery. More than 500 Colombian special forces and soldiers entered the jungle and surrounded the hideout, meticulously bypassing the eight rings of security and capturing the infamous drug lord. President Ivan Duque, with similar zeal to that of his predecessor after the capture of Daniel ‘El Loco’ Barerra, playing to the global media, proclaimed the capture of Otoniel was ‘only comparable to the fall of Pablo Escobar’.
Otoniel now faces extradition to the United States. But what will happen to Clan del Golfo is the bigger concern. Is there a new leader to take control? Or will fragmentation and inevitable violence follow? Either way, it will be the Colombian people who will suffer.
Clan del Golfo: La caída de «Otoniel»
Cómo abatieron al más grande Capo de la droga en Colombia.
En el 2012, el medio colombiano Semana obtuvo un video de las fuerzas de seguridad del país que mostraba a un hombre esposado, Daniel «El Loco» Barrera – un narcotraficante que había sido detenido en Venezuela y era extraditado a Colombia. El entonces presidente, Juan Manuel Santos, declaró que Barrera era «el último de los grandes capos». Pero el video cuenta una historia distinta: se ve a Barrera advirtiendo a las autoridades sobre un hombre llamado «Otoniel», al que llama «animal» una y otra vez.
Hablaba de Darío Antonio Úsaga, alias «Otoniel», el líder del Clan del Golfo (también conocido como Clan Úsaga, los Urabeños y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia). Era proveniente de Úraba, una región selvática al norte del país usada para el cultivo de plátanos, en la frontera con Panamá.
Un nombre conocido
El Clan del Golfo nació de un violento movimiento paramilitar de derecha conocido como las Autodefensas Unidas de Colombia en el 2006, que se convirtió en un grupo híbrido paramilitar de crimen organizado. Operando a través de un sistema de franquicias, el Clan del Golfo se enfrentó durante los siguientes 15 años a grupos armados como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), Los Rastrojos, Oficina de Envigado y otros disidentes de las FARC, hasta convertirse en la organización narcotraficante más grande de Colombia. Creció de tal forma, que otras organizaciones pagaban al Clan del Golfo para traficar su cocaína.
El Clan del Golfo desarrolló conexiones con otros grupos criminales alrededor del mundo – desde el Cartel Jalisco Nueva Generación y el Cartel de Sinaloa en México, hasta grupos mafiosos italianos como la mafia Calabresa, la Cosa Nostra y la ‘Ndrangheta, sin olvidar las redes criminales de los Balcanes.
Otoniel, junto a su hermano Juan de Dios Úsaga, alias «Giovanni», tomó el control del Clan del Golfo en el 2009. Cuando Giovanni fue asesinado a manos de la policía en el 2012, Otoniel asumió todo el poder. En respuesta al asesinato de su hermano, el líder del Clan del Golfo impuso toque de queda a toda la población del norte de Colombia: se prohibieron todos los negocios, el comercio y el transporte público. Tal como lo hiciera Pablo Escobar, Otoniel también ofreció 500 dólares por la vida de cualquier oficial de policía colombiano. Estas acciones lo marcaron y dieron a conocer su nombre en Colombia.
El Clan del Golfo continuó expandiéndose, incluso hacia otros mercados ilícitos como la minería de oro ilegal, enfrentándose a grupos como el ELN y los disidentes de las FARC por las riquezas bajo sus pies y causando daños ambientales severos a través de la deforestación y el envenenamiento con mercurio. Hoy el Clan del Golfo ejerce el control de las minas, legales o ilegales, artesanales o multinacionales, y lo hace por medio de violencia, asesinatos y extorsiones a los trabajadores. Además, el oro es utilizado para lavar las ganancias del narcotráfico.
Operación Agamenón
En el 2015, el Bloque de Búsqueda, unidad de la policía colombiana famosa por el asesinato de Escobar en 1993, recibió la tarea de rastrear a Otoniel en la Operación Agamenón. Pero a pesar de tener cada vez más atención por parte de las autoridades, la fortuna del Clan del Golfo continuó creciendo, particularmente después de la desmovilización de las FARC en el 2016 cuando se extendió hacia el territorio recién desalojado. Pero con la eliminación de las FARC, el ejército colombiano trató de encontrar un nuevo papel y lo hizo en el combate al crimen organizado. Entonces el ejército, con su experiencia, se unió al Bloque de Búsqueda en la persecución de Otoniel, lo que dio inicio a la Operación Agamenón.
Otoniel pasó mucho tiempo viajando entre casas de seguridad rurales en Úraba, llevaba solo cuatro guardias armados y nunca se quedaba en un lugar más de dos noches, pues temía ser capturado si se acercaba mucho a las áreas urbanas. Presuntamente le gustaban las niñas jóvenes y abusó sexualmente de varias menores que eran traficadas a su casa en la selva.
La miseria de una vida en constante huida lo llevó a buscar un trato con el gobierno en el 2017. Pidió al Papa Francisco, que visitaba el país, que intercediera por él. Pero la Operación Agamenón II estaba en su apogeo y los altos mandos del Clan del Golfo eran abatidos uno a uno, incluyendo a familiares de Otoniel. El cerco se iba cerrando.
En octubre del 2021, los servicios de inteligencia del Reino Unido y Estados Unidos se unieron a sus homólogos colombianos para localizar a Otoniel en su escondite en la selva con el uso de imágenes satelitales. Más de 500 efectivos de las fuerzas especiales y soldados de Colombia entraron en la selva y lo rodearon, sorteando meticulosamente los ocho anillos de seguridad y capturando al infame narcotraficante. El presidente Iván Duque, con un afán similar al de su antecesor cuando capturó a Daniel «El Loco» Barrera, hablando a los medios globales, declaró que la captura de Otoniel «solo se comparaba con la caída de Pablo Escobar».
Hoy Otoniel se enfrenta a un proceso de extradición a Estados Unidos. Pero qué sucederá con el Clan del Golfo es una preocupación mayor. ¿Tomará el control un nuevo líder? ¿Se fragmentará el grupo creando más violencia? En cualquier caso, quien sufra los cambios será el pueblo colombiano.