July has been a good month for Mexican President Enrique Peña Nieto and the war on drugs.  At 03:45 on July 15th, Miguel Treviño Morales, leader of the notoriously violent Zetas trafficking organization was arrested by Mexican Marines in the rural town of Anáhuac, Nuevo León.  Morales is infamous for having threatened to assassinate Mexico’s former President Felipe Calderon.  A week later, the marines also captured Victor Hugo Delgado Rentería, leader of Jalisco’s Nueva Generación cartel.

Commentators and the media have dramatically posited that this double header will help to put an end to Mexico’s drug war, but President Peña Nieto has studiously avoided hyping the significance of the arrests, as part of his policy to play down both advances and setbacks in fight against the drug trafficking organisations (DTOs).  And realistically, his muted response is appropriate.   Mexico’s DTO conflict is not a two-sided war, but rather a series of micro-conflicts prosecuted furiously by a mosaic of organized crime groups, gangs, and Government forces, in part as a result of policies during the Calderon era, as discussed in a recent report by the Royal United Services Institute “Towards a transformation of Mexico’s security strategy”.

The primary driver of conflict and violence has never been between organized crime groups and the Government. Rather it has been between and within groups, propelled by shifts in the relative power of the organizations, desires for pecuniary gain, and the tendency of the organized crime groups to fracture into competing factions. In the past, arrests of drug lords like Treviño Morales and Delgado Rentería has not led the DTOs to lay down their arms. Rather, it has spurred the conflicts between cartels to evolve in new ways, as previously uncontested areas are subjected to bloody conflict, and previously blood soaked battlefields go quiet. Over the coming months it is likely that the territory under the control of the Zetas DTO and the Jalisco cartel will go through spasms of violence, as DTO factions struggle for dominance and rival DTOs seek to opportunistically seize territory. Violence will also continue in states such as Michoacán, where President Peña Nieto noted that some areas have been “won” by organized crime groups. The lack of government control in the state was put into stark relief on July 29th, as gunmen assassinated one of Mexico’s highest ranking naval officers.

Despite these challenges, the arrests of Treviño Morales and Delgado Rentería are important for several reasons. They signal a continued resolve by the Government of Mexico in targeting and eliminating organized crime groups. This determination had been questioned by some, given President Peña Nieto’s forcefully rejection during the campaign of former President Calderon’s approach to organized crime. Of importance, the arrests signal willingness to continue using the military, and specifically the marines, against organized crime figures. This approach has broadly popular with the public, with one poll finding that 85% of respondents supported using the military against the traffickers. Finally, the fracturing of the cartels lessens the threat they can pose against the Government of Mexico. While the smaller cartels will continue to be dangerous and violent, they are far less able to directly challenge state authority. While Mexico’s DTO conflict continues, the detention of Treviño Morales and Delgado Rentería are a sign that the government’s strategy is showing some success.

One area that should not be overlooked, however, is the impact that Mexico’s drug trafficking policy and successes will have on its neighbouring countries and those smaller states along the drug transit routes. Facing pressure at home, groups such as the Zetas and Sinaloa Federation have expanded their operations throughout Central America. The issue and modalities of spread and spillover of organized criminal behavior in this region was effectively analyzed with responses proposed in a new report by the Woodrow Wilson Centre “The Criminal Diaspora: The spread of organized crime and how to contain its expansion”. The continued expansion of Mexican criminal groups in the region has led to heightened violence, and may place at risk indigenous efforts to limit organized crime, such as the gang truces that were covered in June 2013.

                                                             

Se enardece en México la guerra contra las drogas

Julio ha sido un buen mes para el Presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, y para la guerra contra las drogas. A las 03:45 del 15 de julio, Miguel Treviño Morales, líder del infame y violento cartel de los Zetas, fue arrestado por elementos de la Marina mexicana en la ciudad rural de Anáhuac, Nuevo León. Morales es conocido por haber amenazado de muerte al ex presidente de México, Felipe Calderón. Una semana después, la Marina también aprehendió a Víctor Hugo Delgado Rentería, líder del cartel Nueva Generación de Jalisco.

Los medios y comentaristas han dado por sentado que este doble titular va a ayudar a ponerle fin a la guerra contra las drogas en México. Pero el Presidente Peña Nieto decidió moverse con cautela y no agitar demasiado la noticia de los arrestos, como parte de su política de restarle importancia tanto a avances como a retrocesos en la lucha contra las organizaciones narcotraficantes. Siendo realistas, esta respuesta sigilosa es apropiada. Los conflictos en México por el narcotráfico no son una guerra de dos lados, sino más bien una serie de micro-conflictos llevados adelante de manera violenta por varias organizaciones criminales, bandas, y fuerzas estatales, que es, en parte, el resultado de las políticas tomadas durante la administración de Calderón, como se debate en un informe del Royal United States Institute titulado “Towards a transformation of Mexico’s security strategy” (“Hacia una transformación en la estrategia de seguridad en México”).

El principal motor de conflicto y violencia nunca ha sido una contienda entre las organizaciones criminales y el gobierno. Por el contrario, ha sido entre y dentro de los grupos,  propulsado por cambios en el poder relativo de las organizaciones, deseos de beneficios pecuniarios, y la tendencia que tienen los grupos criminales a dividirse en facciones que terminan enfrentándose entre sí. En el pasado, los arrestos de los cabecillas, como Treviño Morales y Delgado Rentería, no han logrado aplacar la violencia. Por el contrario, han estimulado el conflicto entre los carteles para tomar nuevas formas, ya que zonas que antes no eran disputadas de pronto se ven envueltas en conflictos sangrientos, y zonas que antes eran un campo de batalla bañado en sangre, de repente se tranquilizan. Durante los próximos meses, es probable que el territorio controlado por los Zetas y por el cartel de Jalisco sea vea envuelto en olas de violencia, debido a que las facciones de estas organizaciones narcotraficantes pelearán por el dominio, y carteles narco rivales buscarán la oportunidad de hacerse de más territorio. La violencia también continuará en estados como Michoacán, en donde el Presidente Peña Nieto ha sugerido que algunas zonas han sido “ganadas” por las organizaciones criminales. La falta de control estatal en el estado fue evidenciada el 29 de julio, cuando hombres armados asesinaron uno de los principales oficiales de la fuerza naval de México.

A pesar de estas dificultades, los arrestos de Treviño Morales y Delgado Rentería son importantes por varias razones. Son una señal de la continua determinación del Gobierno de México de eliminar las organizaciones criminales, determinación que ha sido cuestionada por algunos, dado el contundente rechazo de Peña Nieto durante la campaña del ex Presidente Calderón sobre su estrategia contra el crimen organizado. También vale notar que los arrestos dan pauta de la voluntad de seguir utilizando las fuerzas militares, y especialmente la Marina, para alcanzar el objetivo. Esta estrategia ha sido ampliamente apoyada por la gente –un sondeo reveló que el 85% de los encuestados estaba a favor de utilizar las fuerzas militares contra los narcotraficantes. Por último, la fractura de los carteles disminuye la amenaza que pueden representar sobre el Gobierno mexicano. Aunque los carteles más chicos seguirán siendo peligrosos y violentos, por su tamaño son mucho menos capaces de desafiar directamente la autoridad estatal. Si bien los conflictos contra las organizaciones narco mexicanas seguirán ocurriendo, la detención de Treviño Morales y Delgado Rentería son una señal de que la estrategia del gobierno está trayendo algunos resultados positivos.

Un aspecto que no debe pasarse por alto es el impacto que las políticas y los triunfos mexicanos sobre el narcotráfico tendrán en sus países vecinos y sobre los pequeños estados atravesados por las rutas del narcotráfico. Al verse cada vez más asfixiados localmente, grupos como los Zetas y la Federación de Sinaloa han expandido sus operaciones por toda América Central. El problema y las modalidades de la propagación y la extensión del comportamiento criminal en esta región han sido muy bien analizados, con propuestas para combatirlos, en un nuevo informe de Woodrow Wilson Centre titulado “The Criminal Diaspora: The spread of organized crime and how to contain its expansion” (“La diáspora criminal: la propagación del crimen organizado y cómo contener su expansión”). La continua expansión de grupos criminales mexicanos en la región ha agudizado la violencia, y puede suponer un riesgo para los esfuerzos nacionales en la limitación de la delincuencia, como las treguas con las bandas, cubiertas en nuestro blog en junio 2013.

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