After more than a year of social unrest in Colombia, the eruption of a national strike on 28 April 2021 has led to outbreaks of violence among demonstrators, police and criminal actors. This comes after decades of social, political and economic turmoil in the country, which is manifest in high unemployment, rising inequality and high criminal activity in Colombia’s major cities.
These patterns were only exacerbated by the COVID-19 lockdown of 2020 and subsequent reports of government corruption, driving citizens to the streets in 2021. Since the strike began, violent conflict has resulted in an estimated 74 deaths, 111 cases of missing persons and numerous reports of police brutality, eliciting calls from civil society and the international community to respect human rights. Although much of the focus to date has been on the role of government in quelling the violence, reporting and analysis of the strike have largely overlooked the role of organized crime in the protest action and the subsequent economic crisis.
The use of blockades by demonstrators, particularly in the south-western region of the country, created various opportunities for organized crime groups, petty criminals and opportunistic citizens to use the demonstrations as a pretence for criminal activity. In the meantime, the disrupted transportation system has created shortages of food, medicine and fuel, leading to an economic meltdown. As the national strike continues, the Colombian government and its armed forces need a better understanding of the relationship between social protestors and criminal actors in order to curb crime and violence, and restore the economy.
This brief provides an analysis of the events that have occurred in the city of Cali, an economic hub in the south-western region and the epicentre of the strike and blockades. The case study of Cali shows that there are three key interfaces between crime and protest that stem from the strike: the criminalization of social protest, the criminality within the strike and the interests of criminal actors in prolonging the strike. Based on this understanding of the relationship between crime and social unrest, it is necessary for authorities to take corrective action to ensure that future social protests are not considered innately criminal, and that criminal actors do not take advantage of social mobilization scenarios. To this end, five recommendations are put forth: immediate humanitarian action to address the missing persons, comprehensive police reform, strengthening of law enforcement, a serious dialogue between stakeholders about social protest and improved government policies for responding to social protest.
Tras más de un año de malestar social en Colombia, la convocatoria del paro nacional el 28 de abril de 2021 llevó a estallidos de violencia entre manifestantes, cuerpos policiales y actores criminales. Esto surgió como consecuencia de décadas de agitación social, política y económica en el país provocada por altos niveles de desempleo, desigualdad e inseguridad en las principales ciudades de Colombia.
Esta situación se vio agravada con la llegada del COVID-19 en 2020 y el consecuente confinamiento obligatorio, así como por noticias de corrupción gubernamental, razones que llevaron a los ciudadanos a tomar las calles en 2021. Desde que comenzó el paro, el conflicto violento ha dado lugar a un estimado de 74 muertes, 111 casos de personas desaparecidas y numerosos informes de abuso y brutalidad policial, provocando llamadas por parte de organizaciones de la sociedad civil y de la comunidad internacional a respetar los derechos humanos de los manifestantes. Hasta la fecha, la mayoría de los análisis del paro se han centrado en las medidas tomadas por el Gobierno para responder al estallido social. Sin embargo, poco se ha explorado el papel del crimen organizado en la movilización social y la consecuente crisis económica.
El uso de bloqueos por parte de manifestantes, particularmente en la región suroccidente del país, creó varias oportunidades para que grupos del crimen organizado, la delincuencia común y ciudadanos oportunistas usaran las manifestaciones como pretexto para actividades delictivas. Mientras tanto, la paralización de las vías de transporte ha creado escasez de alimentos, medicinas y combustible, lo que ha provocado un colapso económico. A medida que continúa el paro nacional, el Gobierno colombiano y sus fuerzas armadas necesitan una mejor comprensión de la relación entre movilización social y los actores criminales para frenar el crimen y la violencia y restaurar la economía.
Este informe presenta un análisis de los hechos ocurridos en la ciudad de Cali, centro económico
de la región suroccidente y epicentro del paro y los bloqueos. El estudio de caso de Cali muestra que hay tres puntos clave entre el crimen y la protesta derivados del paro nacional: la criminalización de
la protesta social, la criminalidad dentro del paro y los intereses de los actores criminales en prolongar los bloqueos y el paro. Partiendo de esta relación entre el crimen y el malestar social, las autoridades deben tomar acciones correctivas para asegurar que las futuras protestas sociales no sean consideradas delictivas por naturaleza y que los actores criminales no se aprovechen de las movilizaciones sociales. Para ello, se plantean cinco recomendaciones: acción humanitaria inmediata para encontrar a las personas desaparecidas, reforma policial integral, fortalecimiento de la aplicación de la ley, diálogo entre actores alrededor de la protesta social y respuestas gubernamentales a las exigencias ciudadanas.