In parts of Central America, extortion has become so endemic that it is now a feature of the daily socio-economic life of citizens, businesses and the fabric of the state. The pervasive impunity and weakness of state institutions to combat extortion have meant that, for many central American communities, extortion, or the threat of it, has become a normalized facet of life – a form of violent, omnipresent, criminally enforced taxation – and its effects are far-reaching on a personal, economic and societal level.
For the violent, armed street gangs that continually threaten and harass communities in the Northern Triangle countries (El Salvador, Guatemala and Honduras) – a region that is the main focus of this report – the extortion market is the main security threat to those countries and one of the principal sources of criminal income. These gangs have bred a criminal regional economy on such a scale that extortion forms a sizeable tranche of some Northern Triangle countries’ GDP. The revenue from extortion has provided some gangs in the region with a solid economic operating base, and at the same time allowed them to diversify into other criminal enterprises, including drug trafficking, and human smuggling and trafficking, which means that they have consolidated their influence over broader transnational organized-crime networks operating in the region. Meanwhile, extortion revenue is laundered through investments in formal businesses, extending the gangs’ economic stranglehold over the communities they target.
La extorsión es tan común en algunas partes de Centroamérica, que es ya una característica socioeconómica en la vida diaria de los ciudadanos, las empresas y del propio tejido institucional del estado. Gracias a la impunidad generalizada y a la incapacidad de las instituciones para combatirla, la extorsión se ha vuelto parte intrínseca de muchas comunidades centroamericanas, una suerte de impuesto violento, criminal y omnipresente, cuya influencia afecta a nivel personal, económico y social. Para las pandillas violentas que continuamente acosan y amenazan a las comunidades de la región objeto de este estudio, el Triángulo Norte, (El Salvador, Guatemala y Honduras), las economías de extorsión se han convertido en la principal fuente de ingreso y son la amenaza de seguridad más importante para esos países. Estas pandillas han cultivado una economía criminal regional de tal magnitud que la extorsión forma parte importante del producto interno bruto (PIB) en algunos países del Triángulo Norte. Las utilidades provenientes de este crimen, han dotado a las pandillas de la región de una sólida base económica para operar, al mismo tiempo que les permiten diversificarse en otras empresas criminales, como el tráfico de drogas, la trata y el tráfico de personas, lo que significa la consolidación de su influencia sobre las redes de crimen organizado transnacionales que operan en la zona. Al mismo tiempo, estas ganancias ilícitas son lavadas a través de inversiones hechas por negocios legales, expandiendo el poder económico de estos grupos sobre las comunidades a las que azotan.