Posted on 06 Jan 2014
Transnational Organized Crime has presented a vexing challenge in the Americas. Despite over a half century of punitive counter-crime strategies, the criminal organizations operating in the region have not only survived, they have financially thrived. This recognition, coupled with high levels of trafficking related violence, has propelled a search for new and effective strategies to counter organized crime groups. Two strategies in particular – gang truces and narcotics legalization – prompted high levels of debate in 2013. Whether these initiatives succeed or fail in deterring organized crime and criminal violence will have a strong impact on the types of strategies proposed and adopted throughout the regions. They are the key issues to watch in 2014.
The first novel strategy being tested against organized crime is playing out in El Salvador and Honduras. High homicide levels in Central America have been driven by territorial conflicts between gangs. Governments in the area initially employed zero-tolerance (mano dura) strategies, relying on coercion and incarceration to lessen the violence. This approach largely failed. In its stead, the governments of El Salvador and Honduras have tried a new strategy, negotiating with jailed gang leaders, and facilitating negotiations between gangs, in an attempt to lessen the violence. Critics charge that in negotiating with the gangs, the governments have politically empowered and given them a potent point of leverage – controlling homicides – over the government.
While El Salvador’s gang truce initial was hailed as a success – with killings dropping by an impressive 45% – it has since edged towards failure. Murder rates have rebounded, while other forms of criminality have spiked; there are persistent rumours that it is on the cusp of falling apart all together. In Honduras, the gang truce has largely failed to drive down murder rates, highlighting the reality that tailored strategies are often extremely difficult to transplant into other contexts. Nonetheless, the truces have not failed yet. Whether they disintegrate or become re-energized in the coming year, and why, will be of key concern in Central America.
The second new strategy in the America’s is the legalization of marijuana. Regional bodies have long discussed such an approach, with the Organized of American States calling for a decriminalization strategy in May of 2013. According to proponents, legalization and decriminalization will “bring the production, sale and use of the drug under [government] control and away from criminal influence.” Such as step is often conjoined with a move to treat drug use as a public health, rather than criminal justice issue.
In late 2013, Uruguay became the first nation to legalize marijuana. Nearly simultaneously, the U.S. states of Washington and Colorado legalized recreational marijuana. The drug remains illegal under federal law, though the U.S. Government has indicated it will not immediately intervene. In each polity, a condition of marijuana legalization has involved the regulation of production and the taxation of sales.
The actions by Uruguay, Colorado, and Washington present an interesting policy experiment, and one which legalization supporters’ hope will succeed. However, there are several issues to watch closely in 2014. First, what will the cost difference be between untaxed marijuana on the illicit market and taxed marijuana available on the legal market? Second, will existent marijuana users preference security or cost? Those who used marijuana prior to legalization presumably enjoy access to and are comfortable using illicit sales channels. If taxed marijuana is more expensive than untaxed product, will these users chose to pay higher costs and ensure their safety from arrest (preferring security), or will they opt to buy less expensive, though illegal marijuana? Third, will legalization lead to a minimization of criminal organizations, or will it lead criminal organizations to enter new business– such as marijuana supply and producer/dealer extortion? Finally, what will the impact of legalization be on neighboring polities that continue to enforce marijuana prohibition? How will sales, drug production, and criminal activity in border areas be impacted by the radically different legal regimes in proximity polities?
The experiment with new drug strategies in the Americas is not only of import for the region. Globally, strategies against organized crime are overwhelmingly skewed towards prohibitionary drug laws and coercive, criminal justice focused tactics. While the global consensus on drug policy is unlikely to shift radically in the coming year, or in the coming decade, experimentation of the kind undertaken in El Salvador and Uruguay allows for the development of alternative strategies which may well be provide greater effectiveness in countering the actions of transnational organized crime groups.
Nuevas iniciativas en las Américas
La delincuencia transnacional organizada es un desafío incómodo para las Américas. A pesar de llevar más de medio siglo aplicando estrategias punitivas para contrarrestar el delito, las organizaciones criminales que operan en la región so sólo han logrado sobrevivir, sino que además han prosperado financieramente. Esta aceptación, sumada a los altos niveles de violencia asociada al narcotráfico, ha impulsado la búsqueda de nuevas estrategias efectivas para hacer frente a los grupos criminales organizados. Dos tácticas en particular – las treguas entre las bandas narco y la legalización de algunas drogas – dieron pie en 2013 a varios debates de alto nivel. Más allá de su resultado, estas iniciativas para disuadir la delincuencia organizada y la violencia criminal tendrán un impacto significativo en los tipos de estrategias propuestas y adoptadas en toda la región. Estos son asuntos clave para seguir de cerca en 2014.
La primera y nueva estrategia contra el crimen organizado está siendo probada en El Salvador y Honduras. Las altas tasas de homicidios en América Central han sido motivadas por conflictos territoriales entre las distintas bandas narcotraficantes. Los gobiernos de la región inicialmente emplearon estrategias de tolerancia cero y mano dura, apoyándose en la coerción y el encarcelamiento para reducir la violencia. Esta estrategia falló estrepitosamente. Como alternativa, los gobiernos de El Salvador y Honduras han intentado llevar adelante una nueva estrategia que consiste en la negociación con los líderes de las bandas en prisión, y en promover negociaciones entre las bandas mismas con miras a disminuir la violencia. Los críticos de estas estrategias sostienen que al intentar negociar con las pandillas, los gobiernos les han cedido poder político y que, mediante el control de los homicidios, les han dado una ventaja importante.
Si bien inicialmente las treguas con las bandas en El salvador fueron consideradas un éxito – increíblemente, las tasas de homicidio bajaron un 45% -, desde entonces han ido en declive hacia el fracaso. Los índices de asesinatos han repuntado al igual que otras expresiones de criminalidad, y hay rumores constantes de que la estrategia está a punto de caerse a pedazos. En Honduras, la misma iniciativa no logró bajar las tasas de homicidio, resaltando de este modo que las estrategias “personalizadas” son, muchas veces, extremadamente difíciles de trasladar a otros contextos. Sin embargo, las treguas no han fracasado completamente aún. Uno de los asuntos clave para vigilar en Centroamérica será si, durante el próximo año, las treguas perderán totalmente su eficacia o si volverán a cobrar impulso, y por qué.
La segunda nueva estrategia en las Américas consiste en la legalización de la marihuana. Varias organizaciones regionales han venido discutiendo esta iniciativa durante varios años. La Organización de Estados Americanos llamó a una estrategia de despenalización en mayo de 2013. Según sus impulsores, la legalización y despenalización permitirán que sea el gobierno el que tenga el control sobre la producción, la venta y el uso de esta droga y no los delincuentes. Este acercamiento está ligado a la idea de tratar el consumo de drogas como un asunto relacionado con la salud y no con la justicia penal.
Uruguay se convirtió en el primer país en legalizar la marihuana a finales de 2013. De manera casi simultánea los estados de Washington y Colorado en los Estados Unidos legalizaron el consumo recreacional de la marihuana. La droga sigue siendo ilegal bajo la ley federal, aunque el gobierno de los Estados Unidos ha indicado que, por el momento, no intervendrá. En cada uno de estos sistemas de gobierno, la legalización de la marihuana implicó la regulación de la producción y la aplicación de gravámenes sobre las ventas.
Las acciones en Uruguay, Colorado y Washington constituyen un experimento político interesante cuyos simpatizantes esperan que triunfe. No obstante, hay varios asuntos que debemos mirar de cerca en 2014. Primero, ¿cuál será la diferencia en costos entre la marihuana en el mercado ilegal, no gravada, y la marihuana conseguida en el mercado legal? Segundo, los consumidores actuales de marihuana ¿priorizarán la seguridad sobre los costos? Los individuos que consumían marihuana antes de que fuera legalizada probablemente tengan acceso al mercado ilegal y se sientan cómodos utilizando ese canal para conseguirla. Si la marihuana legal (gravada) es más cara que la ilegal (no gravada), ¿cuántos usuarios optarán por pagar más y evitar problemas con la ley, y cuántos elegirán continuar con la marihuana ilegal y pagar menos? Tercero, ¿podemos decir la que legalización llevará a una merma en las organizaciones criminales? ¿O llevará a que nuevas organizaciones criminales adopten nuevos negocios –como la provisión de marihuana y la extorsión a productores/vendedores? Por último, ¿cuál será el impacto de la legalización en los sistemas gubernamentales vecinos que continúan aplicando prohibiciones a la marihuana? ¿Cómo impactarán los regímenes legales radicalmente distintos en los países vecinos sobre las ventas, la producción de la droga y sobre la actividad criminal en las zonas fronterizas?
Este experimento con nuevas estrategias sobre drogas en las Américas no sólo es importante en la región. Globalmente, las estrategias contra la delincuencia organizada están inmensamente sesgadas hacia leyes prohibitivas y tácticas coercitivas apoyadas sobre la justicia penal. Si bien es poco probable que el consenso global sobre políticas de drogas cambie radicalmente durante el próximo año, o durante la próxima década, experimentos como los llevados adelante en El Salvador y en Uruguay permiten el desarrollo de estrategias alternativas que pueden llegar a ser mucho más efectivas en la lucha contra la actividad de grupos criminales transnacionales organizados.