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In 2013, international attention began to fixate on the organized crime challenge in East Asia. The region is no stranger to organized crime; groups such as Japan’s Yakuza and Hong Kong’s Triads have long exercised a strong influence over East Asia’s criminal underworld. However, the region’s breakneck economic growth has changed the stakes of the game. No longer is East Asia a peripheral market for drug traffickers, cyber criminals, and human smugglers, too small in scope and value to be a target in its own right. Increasing affluence in China, Indonesia, Vietnam, and the Philippines have opened up a market for organized crime figures comparable in value, and larger in absolute population size, than the traditional high-value organized crime markets in Europe and the United states. One estimate notes that by 2025, China’s middle class alone will number 520 million. As East Asia’s licit market booms and beckons, so too does East Asia’s illicit market. Transnational criminal groups have moved rapidly to gain an advantage.

East Asia, and particular China, has become an increasingly lucrative market for drug trafficking organizations. In China, the number of narcotics users is, according to some estimates, above 15 million. Even this huge population of heroin and amphetamine users represents an extremely low usage prevalence rate, both compared to international levels and China’s historic averages. China’s user population is destined to grow. Throughout the region, tens of millions of others regularly purchase and consume narcotics. Historically, producers in the region have supplied East Asia’s narcotics market. This is starting to change. Now, amphetamines are being imported to Japan and China from West Africa, while cocaine is increasingly filtering across the Pacific and into the clubs of Melbourne and Shanghai.

The profits to be made in drug trafficking are huge, and have prompted drug trafficking crime groups from Africa, Latin America, and Europe to try and get involved in the East Asian market. Individuals associated with Mexican drug trafficking organizations have been turning up in increasing numbers in China, including at least one case where one was arrested at a meth lab in the country. Further south, Outlaw Motorcycle Gangs have continued to expand in Australia and South-East Asia, peddling methamphetamines and coercive violence wherever they go. Increased efforts by external organized crime groups to penetrate East Asia’s drug market are likely to accelerate in 2014, propelled as much by the stagnation of narcotics sales in Europe and the US as by the dynamism of the East Asian market.

In addition to drug, human trafficking is increasing throughout the region. The trafficking of persons for labor and sexual trafficking has been an endemic problem for generations. However, the China’s gender imbalance – with tens of millions more males than females – is propelling an increasingly vibrant market in “wife” trafficking. These victims are often trafficked from Laos, Vietnam, and Myanmar; enjoying few rights and high-levels of risk in China, they are vulnerable to domestic violence and forced prostitution.

East Asia has also spurred a sharp rise in ivory trafficking over the last decade. While some consumers are interested in ivory products as evidence of their social status, many have come to view ivory as an investment. In China, there are indications that an Ivory “bubble” has emerged, whereby investor demand and the increasing rarity of ivory producing animals prompt a continual rise in price. In turn, the rapid appreciation in price increases the attractiveness of ivory as an investment vehicle, spurring yet more demand. It is a vicious value circle, and one which, given the finite amounts of ivory in existence, is difficult to deter.

The increased importance of East Asia’s criminal market for criminal organizations makes cooperation with regional governments a vital reality for those seeking to counter those same groups. Cooperative endeavors against ivory, for example, will not succeed without buy in from China. How international actors’ structure their outreach to East Asian governments, and perhaps more importantly how East Asian governments respond, will be a key area to watch in 2014.

Finally, East Asia’s organized crime challenge will not be restricted to the large and rich countries that comprise the dominant markets for illicit goods – such as China, Japan, Korea, and Australia. The poor and peripheral countries of the region will be far more threatened. Limited government capacity in these countries will attract organized crime groups, looking for uncontrolled space in which to establish bases and production facilities. It is quite possible that nations in south-east Asia and western Oceana will be buffeted by high levels of criminal violence in the coming years, similar in scope and challenge to what Central American countries are currently dealing with. Signs of violence and corruption related to organized crime in the less affluent areas of East Asia should be monitored closely, lest ripples of violence further destabilize an economically vital yet precarious region.

 

El crimen organizado mira hacia Oriente

En 2013, la atención internacional comenzó a centrarse en los desafíos que impone el crimen organizado en Asia Oriental. La región convive con la delincuencia organizada desde hace mucho tiempo; grupos como la Yakuza en Japón y las Triadas de Hong Kong han ejercido una fuerte influencia sobre el bajo mundo en el este asiático. No obstante, el precipitado crecimiento económico de la región ha modificado la importancia del mercado. Asia Oriental ya no es un mercado periférico ni demasiado pequeño en dimensión y valor para ser blanco de narcotraficantes, de delincuentes cibernéticos y de traficantes de personas. La creciente afluencia en China, Indonesia, Vietnam y Filipinas ha abierto un mercado para figuras criminales que es comparables en valor, y mayor en tamaño absoluto de población, a los tradicionales y fructíferos mercados criminales organizados en Europa y los Estados Unidos. Una estimación señala que para 2015, sólo la clase media de China llegará a los 520 millones de habitantes. Mientras el mercado lícito de Asia Oriental se expande y atrae la atención de muchos, también lo hace el mercado ilícito, y los grupos criminales transnacionales se han movido rápidamente para tomar ventaja.

El este asiático, y en particular China, se ha convertido en un mercado cada vez más redituable para las organizaciones narcotraficantes. En China, el número de consumidores de drogas es, de acuerdo con las mismas estimaciones, superior a los 15 millones. No obstante, esta enorme población de consumidores de heroína y anfetamina representa un índice de prevalencia extremadamente bajo comparado tanto con niveles internacionales como con los promedios históricos del país. La población de China está destinada a crecer. En toda la región, decenas de millones de personas compran y consumen estupefacientes. Históricamente, los productores de la región han abastecido a todo el mercado de drogas de Asia Oriental, situación que está comenzando a cambiar. Ahora, la anfetamina se importa a Japón y a China desde África Occidental, mientras que la cocaína está filtrándose progresivamente desde el Pacífico y hacia Melbourne y Shanghái.

Las ganancias que pueden obtenerse del tráfico de drogas son inmensas y han dado lugar a que grupos criminales narcotraficantes de África, América Latina y Europa intenten obtener una tajada del mercado del este asiático. Es cada vez mayor el número de individuos en China asociados con organizaciones narcotraficantes mexicanas, incluyendo por lo menos un caso en donde un sujeto fue arrestado en un laboratorio de metanfetamina en el país. Hacia el sur, las bandas de motoqueros involucradas con la delincuencia continúan expandiéndose en Australia y el sudeste asiático, diseminando metanfetamina y violencia coercitiva por donde vayan. Es probable que en 2014 se aceleren los esfuerzos de organizaciones criminales externas para penetrar en el mercado de estupefacientes del este de Asia, impulsados en gran parte por el estancamiento en la venta de drogas en Europa y los Estados Unidos y por el dinamismo del mercado en Asia Oriental.

No sólo el narcotráfico va en aumento en la región; también lo hace el tráfico de personas. El tráfico humano para explotación laboral y sexual ha sido un problema endémico por generaciones. No obstante, el desequilibrio de género en China –cuya población masculina supera la femenina por decenas de millones- está propulsando un vibrante mercado para el “tráfico de esposas”. Estas víctimas suelen ser traficadas desde Laos, Vietnam y Myanmar. Gozan de pocos derechos y de grandes riesgos. Son susceptibles a violencia doméstica y suelen ser forzadas a prostituirse.

Asia Oriental también ha incentivado un aumento drástico en el tráfico de marfil durante la última década. Si bien varios consumidores se ven atraídos al marfil para probar su estatus social, muchos lo eligen como inversión. En China, hay indicadores de que ha surgido una “burbuja” en el mercado de marfil, en donde la demanda por parte de inversores y la escasez de animales que producen marfil han dado lugar a un continuo aumento en el precio de este material. A su vez, la rápida apreciación del precio aumenta el atractivo del marfil como inversión, estimulando aún más la demanda. Es un círculo vicioso que, dada la cantidad finita de existencia, es difícil de desalentar.

La creciente importancia del mercado en Asia Oriental para las organizaciones criminales hace de la cooperación entre gobiernos regionales una realidad vital para aquellos que intentan contraatacar a esos grupos. Los esfuerzos conjuntos para frenar el tráfico de marfil, por ejemplo, no darán frutos sin la colaboración de China. Una de las áreas clave para observar de cerca en 2014 será cómo los actores internacionales interactúan con los gobiernos del este asiático, y quizá más importante, cómo responden los gobiernos de la región.

Finalmente, el crimen organizado en esta región no se limitará a los países grandes y ricos que representan los mercados dominantes para los bienes ilícitos, como China, Japón, Corea y Australia. Los países pobres y periféricos del este asiático se verán mucho más amenazados. La capacidad limitada de los gobiernos en estos países atraerá a las organizaciones criminales, las cuales buscan ambientes con pocos controles en los cuales establecer sus bases y su producción. Es muy posible que en los próximos años las naciones en el sudeste de Asia y en el oeste de Oceanía sean golpeadas por los altos niveles de violencia criminal, con un alcance y complejidad similar a los vistos en países de América Central. Deben vigilarse de cerca las señales de violencia y corrupción asociada con la delincuencia organizada en las zonas menos afluentes de Asia Oriental para evitar olas de violencia que desestabilicen aún más una región precaria pero económicamente vital.