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The Internet has been a tremendous force for good—increasing access to information, improving people’s ability to communicate and driving economic growth. But there are dark corners on the web where some of the most foul aspects of human behaviour have come to thrive.  Arguably the worst of these is sexual abuse and victimisation of children.

In 2011, the USA National Center for Missing & Exploited Children’s (NCMEC’s) found 17.3 million pornographic images and videos of children, a four-fold increase from 2007, and more recent assessments see this continuing to exponentially rise. Behind these images are real, vulnerable kids who are sexually victimized and victimized further through the distribution of their images. NCMEC’s data also revealed that 83 % of arrested child pornography offenders had images involving children between the ages 6 and 12 years; 39 % had images of children between ages 3 and 5 years old; and 19% had images of infants and toddlers under the age of 3.

Child pornography is defined in three stages: production, distribution and downloading of abusive material. All aspects of the creation and use of child pornography are criminal. While motives differ for engaging in the trade: some producers and/or distributors of child pornography are motivated solely by financial gain and sold commercially on illicit sites; whereas in other cases paedophilic material is uploaded non-commercially through peer-to-peer (P2P) networks, specific messaging forums and between mobile devices. Commercial child pornography, when users pay to have access to or to be able to download abusive material, is one of the fastest growing Internet crimes with an estimated annual revenue of 3 billion dollars.

Two trends have emerged in online child sexual exploitation in recent years: firstly, the increasing prevalence of home-produced abusive material as well as live video streaming of children being forced to perform sexual acts in front of a webcam. This rapidly growing new form of child pornography allows the user to direct and make online requests for particular sexual activities to be carried out on the victim in real time. Secondly, predators are taking sophisticated security measures to share files directly between users instead of downloading them from a website. P2P is most frequently used for sharing images of very young children or of images portraying violence against children.

Child pornography and online exploitation of children is a transnational organized crime. The Philippines and Mexico are ranked as the top source countries producing and distributing child pornography, but it is a crime that is sourced, produced and procured the world over. An online child sex ring that was broken this month managed a network involving roughly 250 child victims in 39 US states and five countries. Most were boys between the ages of 13 and 15. United Nations and the U.S. Federal Bureau of Investigation estimate that there are 750,000 predators across the globe connected to the Internet at any given moment.

As with all transnational organized crimes, there are a number of challenges to combating online child exploitation, and the framework of the responses differs depending on whether it is a commercial or non-commercial transaction. The first and predominate challenge is one which is true to all cybercrimes: to penetrate through the layers of identity protection to identify the true perpetrators. The Internet remains an under-regulated zone. There is a paucity legislation which specifies the obligations of Internet Service Providers (ISP) such as the use of proxy servers and payment sites that do not maintain transaction records.

The second is targeting leveraging international cooperation mechanisms to obtain information on groups operating outside of a specific national jurisdiction. This is further exacerbated by the fact that many countries have insufficient or legislation to efficiently combat child pornography, which plays in the hands of criminal groups. Of 196 countries reviewed in 2010, only 45 countries were found to have legislation sufficient to combat child pornography, and 89 had no legislation specific to child pornography at all.

In any humane society, protecting children from online exploitation and abuse must be an urgent priority. Non-governmental organisations who currently lead the charge have shown some impressive initiative, but this needs to be translated into a global strategic framework that can effectively respond. To be truly effective against online child exploitation will take a multi-sectoral partnership that spans national and international law enforcement organisations; judicial authorities and the establishment of sustainable and efficient working relationships with ISPs and the private sector ICT to control dissemination and transactions.

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Inocencia robada: la explotación online de menores

Internet ha sido un increíble motor para el desarrollo facilitando el acceso a la información, mejorando las habilidades de comunicación entre las personas y generando crecimiento económico. Pero también tiene su lado oscuro, en donde prosperan los aspectos más repugnantes del comportamiento humano, con certeza siendo el acoso y abuso sexual de niños el peor de todos estos.

En 2011, el Centro Nacional de los Estados Unidos para Niños Desaparecidos y Explotados (NCMEC) encontró 17.3 millones de imágenes y videos de pornografía infantil, el cuádruple que en 2007. Según algunas evaluaciones recientes, estamos hablando de una cifra de crecimiento exponencial. Detrás de estas imágenes, se encuentran menores que son abusados sexualmente, y que continúan siéndolo a través de la distribución de sus imágenes. La información del  NCMEC también reveló que el 83% de los criminales arrestados involucrados en pornografía infantil tenía imágenes de menores de entre 6 y 12 años; el 39% tenía imágenes de niños de entre 3 y 5 años; y el 19% de niños y bebés menores de 3 años.

La pornografía infantil se divide en tres etapas: producción, distribución y descarga del material abusivo. Todos los aspectos de creación y uso de pornografía infantil son actos criminales. Varios son los motivos por los que se ingresa en este negocio: algunos productores y/o distribuidores de pornografía infantil son motivados puramente por el dinero y venden el material en sitios ilegales; en otros casos, el material pedófilo se sube y comparte de manera gratuita a través de redes peer-to-peer (P2P), foros de mensajería específicos y entre dispositivos móviles. La pornografía infantil para uso comercial, esto es cuando el usuario paga para tener acceso o para poder descargar material abusivo, es uno de los delitos por Internet que mayor crecimiento están mostrando, con ganancias anuales estimadas en 3 billones de dólares.

En los últimos años, han surgido dos tendencias en la explotación sexual de menores: primero, la creciente prevalencia de material abusivo creado dentro de las paredes de una casa, como también videos de niños siendo forzados a tener actos sexuales frente a una cámara web. Esta forma de exponencial crecimiento de pornografía infantil le permite al usuario pedir que se realicen determinadas actividades sexuales sobre el niño en vivo y en tiempo real. Segundo, los criminales están tomando medidas de seguridad sofisticadas para compartir archivos directamente entre usuarios en vez de descargarlos de un sitio web. Las redes P2P son las más utilizadas para compartir imágenes de niños muy pequeños o de violencia ejercida sobre ellos.

La pornografía infantil y la explotación online de menores es un crimen transnacional organizado. México y Filipinas se encuentran en la cima del ranking de países productores y distribuidores de pornografía infantil, pero se trata de un delito grave que nace, se produce y se consigue mundialmente. Una banda involucrada en este negocio que fue desbaratada este mes manejaba un red de alrededor de 250 niños en 39 estados de los Estados Unidos y en 5 países. En su mayoría se trataba de niños varones de entre 13 y 15 años. Las Naciones Unidas y el FBI estiman que hay 750.000 de estos depredadores en todo el mundo conectados a Internet a toda hora.

Al igual que con todos los delitos o crímenes organizados, existen varios desafíos para combatir la explotación online de menores, y el marco de respuestas difiere dependiendo de si el uso es comercial o no comercial. El primer desafío, y el principal, es común a todos los ciber-delitos: penetrar a través de las capas de protección de identidad para identificar a los verdaderos responsables. Internet sigue siendo un terreno no regulado. Hay escasa legislación que especifique las obligaciones de los Servidores de Internet (ISP) en relación con el uso de servidores proxy y de sitios de pago que no mantienen un historial de pagos.

El segundo desafío es hacer uso de instrumentos de cooperación internacional a fin de obtener información sobre grupos que operan por fuera de una jurisdicción nacional. Esto se exacerba aún más por el hecho de que muchos países tienen escasa legislación para combatir eficientemente la pornografía infantil, lo que favorece a las bandas criminales. De 196 países analizados en 2010, sólo 45 presentaban una legislación suficiente para combatir este tipo de delitos graves, y 89 no tenían legislación alguna sobre esta materia.

En cualquier sociedad humana, la protección de los menores del abuso y la explotación online debe ser de absoluta prioridad. Algunas organizaciones no gubernamentales que lideran el esfuerzo han mostrado iniciativas impresionantes; no obstante, esto debe traducirse en un marco de estrategias globales que pueda dar respuesta de manera efectiva. Para lograr ser verdaderamente eficaces contra la explotación infantil online será preciso una asociación multi-sectorial que abarque agencias de seguridad nacionales e internacionales, autoridades judiciales y el establecimiento de relaciones laborales sustentables y eficientes con ISPs y con el sector privado a efectos de controlar la diseminación y las transacciones.