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There is a sense of optimism around last year’s efforts to curb wildlife crime. Early in the year, CITES afforded greater protection to marine and tree species; wildlife crime gained welcome attention from a number of sectors, including an Executive Order issued by US President Obama; British Army troops were deployed to train Kenyan wildlife officers; wildlife crime was recognized by the UN Crime Commission as serious organized crime; and the US issued the first reward for the arrest of a wildlife trafficker, Vixay Keosavang. The UN Office on Drugs and Crime produced a hard-hitting awareness film and even pop-star Rhianna proved to be a catalyst for enforcement action.

Despite this, in fact 2013 was yet a dismal year for many endangered species as wildlife suffered dreadfully at the hands of organized criminals.  Poaching of the rhinoceros in South Africa reached unprecedented levels despite anti-poaching measures, and myriad species threatened with extinction still fail to gain interest, such as pangolins – the world’s most traded wild mammal.

2014 marks 25 years since the international ban on trade in ivory, yet with poaching levels for 2013 look to break record highs, a fifth of the world’s elephants could be lost to crime in the next decade.  Last year’s massacres in Chad and the Central African Republic are bleak indicators of what’s yet to come.  In December, an international summit on African elephants developed a set of urgent measures to address the crisis.

To indicate its contempt for the ivory trade, the Philippines destroyed its entire ivory stockpile in June and the US followed. In January 2014, perhaps at last feeling some international pressure, China also destroyed a significant quantity of ivory, yet remains the world’s largest market for ivory for both legal and illicit sources.

Yet despite this, there is no reason to believe 2014 will be any better for elephants as the first major seizure of ivory emerged less than a week into the New Year. The trend of burgeoning threats to wild fauna and flora, and disjointed responses, make the prognosis for 2014 bleak. There are however some initiatives worth watching.

In February, British Prime Minister David Cameron will host a global summit on wildlife crime attended by 50 heads of state. The summit will be attended by Prince William, the Duke of Cambridge, who is leading his own conservation initiative, United for Wildlife, which will hold its own symposium on international wildlife trafficking, also in February.

In Dhaka in March, the Bangladesh government will host the second stocktaking meeting of the Global Tiger Recovery Programme. The initiative was launched in 2010 in Russia and aims to double the number of wild tigers by 2022. The meeting will examine key performance indicators against national programmes.

And trumping the trend in global wildlife ‘Days’ featured by the Global Initiative last year, the UN General Assembly has declared March 3 as World Wildlife Day to raise awareness of the world’s fauna and flora.

Will Princes and Presidents help stop wildlife crime? Whilst the proliferation of meetings at all levels is laudable, bringing overdue attention and financial stimulus to global wildlife and other environmental crimes, there is still an urgent need for a better set of responses: for meaningful global policy, cooperation and coordination amongst stakeholders engaged in development and security, open discussions on corruption, and holistic and comprehensive strategies that go beyond enforcement and criminal justice.

Since we cannot ignore the evidence that the current level of response against wildlife crime is largely ineffective, the alternative is to witness the continuing decline in species at the hands of organized criminals.

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De presidentes y príncipes: la lucha mundial contra los delitos sobre la vida silvestre

Hay algo de optimismo sobre los esfuerzos realizados durante el año pasado para frenar los delitos contra la flora y fauna silvestres: a principios de este año, CITES comenzó a ofrecer mayor protección para especies marinas y de árboles; los delitos contra la vida silvestre se han ganado la atención de varios sectores, incluyendo la del Presidente Obama quien emitió una Orden Ejecutiva; el Ejército Británico desplegó tropas para capacitar a funcionarios kenianos; los delitos contra la flora y fauna silvestres fueron reconocidos por la Comisión de Prevención de Delitos y Justicia Penal de la ONU como un delito organizado serio; y Estados Unidos publicó la primera recompensa por el arresto de un traficante de flora y fauna, Vixay Keosavang. La Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito produjo un documental para la toma de conciencia, e incluso la cantante pop Rhianna probó ser un catalizador para la acción.

A pesar de todo esto, 2013 fue un año oscuro para muchas especies en peligro ya que se vieron espantosamente amenazada por delincuentes organizados. La caza furtiva de rinocerontes en Sudáfrica alcanzó niveles sin precedentes a pesar de las medidas implementadas para evitarlo, y miles de especies en peligro de extinción aún no logran despertar interés, como es el caso del pangolín, el mamífero más comercializado en el mundo.

En 2014 se cumplen 25 años desde que el comercio de marfil fue prohibido internacionalmente, aun así, con los niveles de caza en 2013 marcando nuevos records, se estima que durante la próxima década, 20 por ciento de los elefantes del mundo podrían desaparecer en manos de la delincuencia. Las masacres ocurridas en Chad y en la República Centroafricana el año pasado son indicadores poco prometedores de lo que aún está por venir. En diciembre, una cumbre internacional sobre elefantes en África diseñó una serie de medidas urgentes para abordar esta crisis.

Para mostrar su desprecio por el comercio de marfil, Filipinas destruyó todas sus reservas de marfil en junio, seguida luego por los Estados Unidos. En enero de 2014, quizá sintiendo por fin algo de presión internacional, China también destruyó una cantidad significativa de marfil, pero aun así continúa siendo el mayor mercado mundial de marfil de origen lícito e ilícito.

Aun así, a pesar de estas acciones, no hay razón para creer que 2014 va a ser un año mejor para los elefantes, ya que el primer gran decomiso de marfil surgió menos de una semana antes de Año Nuevo. La creciente tendencia en las amenazas contra la flora y fauna silvestres y las respuestas desarticuladas al problema, hacen que los pronósticos para 2014 sean desalentadores. No obstante, existen algunas iniciativas que merecen su observación.

En febrero, el Primer Ministro británico, David Cameron, celebrará una cumbre mundial sobre delitos contra la vida silvestre a la cual asistirán 50 jefes de estado. A la cumbre asistirá también el Príncipe William, el Duque de Cambridge, quién lleva adelante su propia iniciativa para la conservación de las especies, United for Wildlife, que celebrará su propio simposio, también en febrero, sobre el tráfico internacional de vida silvestre.

En Daca, en marzo, el gobierno de Bangladés será anfitrión de la segunda reunión de inventario del programa mundial para la recuperación de tigres, Global Tiger Recovery Programme. La iniciativa fue lanzada en 2010 en Rusia y está orientada a duplicar la cantidad de tigres salvajes hacia 2022. La reunión evaluará los principales indicadores de desempeño y los comparará con programas nacionales.

Y siguiendo con la tendencia presentada por Global Initiative el año pasado de tener “días” para la fauna y flora, la Asamblea General de la ONU ha declarado el 3 de marzo como el Día Mundial de la Vida Silvestre en miras a despertar la toma de conciencia sobre la flora y fauna mundial.

¿Podrán los Príncipes y los Presidentes frenar los delitos cometidos contra la vida silvestre? Si bien la proliferación de reuniones en todos los niveles es meritoria, dirigiendo tardíamente la atención y los estímulos financieros hacia los delitos ambientales y contra la vida silvestre, persiste una necesidad urgente de escuchar mejores respuestas, de políticas globales valiosas, de cooperación y coordinación entre las partes interesadas en desarrollo y seguridad, de tener discusiones abiertas sobre corrupción, y de desarrollar estrategias amplias y holísticas que vayan más allá de la aplicación y la justicia penal.

Ya que no podemos ignorar la evidencia de que las respuestas actuales a los delitos contra la naturaleza son ampliamente inefectivas, la alternativa es ser testigos del continuo descenso de la especies en manos de criminales organizados.