Manuel Alcántara Sáez
Villagonzalo de Tormes

Prólogo

El control de la violencia legítima es la razón de ser del Estado. Como bien se conoce, se debe a Max Weber la formulación de ese axioma que integra la fuerza física presente en cualquier grupo humano con la convicción de que el uso de ese poder es aceptable y sujeto a obediencia por parte de los individuos. No obstante, esa creencia se encuentra sometida a leyes o, en términos más amplios, a instituciones acordadas y puestas en marcha por aquellos. Hoy existe una abundante evidencia empírica que muestra que la ausencia de Estado genera escenarios de violencia multitudinaria que se expresa a través de formas muy diferentes. Es esta relación causal la que hace de este fenómeno un asunto central para la Ciencia Política que retoma, por consiguiente, un ámbito de análisis que estuvo durante mucho tiempo ubicado en los intereses de la Sociología e incluso de la Antropología.En América Latina, el recrudecimiento de la violencia en el último cuarto de siglo, una vez que se apagaron los fusiles de las contiendas revolucio-narias, constituye el problema más serio que, de acuerdo con los estudios de opinión publica, afecta a la convivencia social y que, a la vez, sustrae ingentes recursos del flujo económico cotidiano lastrando el desarrollo.

Las ofertas políticas frente a las constantes citas electorales planean pro-gramas de «mano dura» con matices muy diferentes que, sin embargo, luego son implementados de manera torpe cuando no son reflejo de una improvisación preocupante. Si bien es un atractivo para su inclusión en las campañas electorales, el reiterado fracaso de las políticas públicas al respecto contribuye a generar mayor desafección ante la política por parte de la ciudadanía que percibe que nadie se ocupa de sus problemas mientras estos se van agravando poco a poco.El presente volumen está guiado por una rigurosa voluntad de analizar este problema cuyo origen es muy variopinto. La cultura de la (i)legalidad, los distintos modelos de las políticas de seguridad, los patrones de la violencia, el uso político de la misma, las redes transnacionales, son ejes, entre otros, que asimismo conducen el libro. Por ello el análisis de casos nacionales constituye un claro acierto al permitir llevar a cabo aproxi-maciones basadas en evidencias que son muy diferentes habida cuenta de los antecedentes dados en cada país, pues siendo muy relevante el impacto del narcotráfico no lo es en todas las circunstancias, pero tam-bién de sus lógicas de actuación políticas distintas. En este sentido, los sistemas políticos con tradiciones más consociativas chocan con aquellos con esquemas más verticales, los más institucionalizados con los de ins-titucionalización más precaria. Reunir a la práctica totalidad de los casos nacionales latinoamericanos es un acierto indudable pues permite llevar a cabo un ejercicio de rica comparación.Debo destacar que el elenco de responsables de los diferentes capítulos tiene un denominador común que es su vinculación, en un momento u otro de su etapa formativa, al Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca del que muy honrosamente fui su director entre 1994 y 2007. No siempre acontece algo similar en un libro con una veintena de autores, lo cual debe subrayarse porque supone la constatación de un buen hacer docente e investigador así como el mantenimiento de lazos de cooperación académica transnacional y a lo largo del tiempo. Entonces y después pude trabar contacto con ellas y ellos, conocer sus progresos y la manera en que su compromiso intelectual con su objeto de estudio fue consolidándose hasta alcanzar el nivel de seriedad que dan prueba los capítulos que siguen y que toda aquella persona que se acerque a su estudio podrá constatar.