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The pirates attacked in the early hours January 16th, roaring up on a cargo ship anchored off of Jakarta, Indonesia. The four men boarded the vessel, brandishing knives and a gun as they took crewmembers hostage. The ship’s duty office was able to raise the ships alarm, forcing the pirates to flee with equipment from the vessel’s engine room and little else. While the attack resulted in minimal theft and little violence, it is indicative of the dramatic resurgence of piracy in Southeast Asia.

The waters off of Southeast Asia – including the Malacca Straits, the South China Sea, and the territorial waters of the Philippines, Indonesia, Malaysia, Singapore, Vietnam, and Brunei – have been a longstanding hotbed of piracy. As a critically important node in the flow of global trade, piracy in Southeast Asia is propelled by opportunity and greed. Over 40% of global trade traverses the region, carried by 50,000 vessels per year.  The opportunity for piracy is further enhanced by the topography of trade routes in the region, which run through several well-trafficked straights, points that reduce the movement and speed of cargo vessels, leaving them ripe targets for pirate organizations. Offshore oil exploration in the region has also increased, creating a new set of targets ripe for pirate attacks: 25 per cent of all oil carried by sea travels through the Straits of Malacca.

In 2004, the region accounted for well over 1/3 of all piracy attacks committed worldwide. Indonesia accounted for over a quarter of worldwide attacks. The number of attacks in the region had declined sharply between 2003 and 2010, a phenomenon attributed by many to intensive counter-piracy cooperation by regional states and the cessation of the long running insurgency in Indonesia’s Aceh province. However, it appears that the pirate gangs have returned, with reported attacks rising by one-fifth in 2013 to 106. Piracy in South Asia topped list the recent quarterly report by International Maritime Bureau, with incidents far exceeding that in the higher profile Gulf of Aden and Guinea piracy zones. Indonesia alone saw more than half of global piracy incidents committed in its territorial waters.

Pirate attacks range from opportunistic raids on ships at anchor – similar to the attack in Jakarta – to highly sophisticated hijackings of entire ships for resale. Some of the earliest reports of modern pirates hijacking vessels for ransom come from the area, a tactic that would later be employed with devastating effect off of the coast of Somalia.  Most of the recent attacks have been opportunistic, involving a small number of individuals who target vessels anchored close to shore. A smaller number of attacks, 20-40% target vessels that are underway, often a hallmark of better organized, more professional pirate groups. The rate of professional attacks has declined slightly in recent years, even as the number of overall attacks has risen.

It looks likely that as the economies of Southeast and East Asia continue to grow and offshore oil production increases, the lure of Asian piracy is only going to continue its increase. The region is home to over 500 million people, often clustered in littoral areas and desperately poor. For some, economic desperation drives opportunistic attacks. As well, long running insurgencies in the area have resulted well-armed, well-organized groups, comfortable in employing violence and capable of staging highly professional attacks. Urban areas in the region are already rife with gangs and other organized crime groups searching for lucrative new financial rackets. Their collaboration with pirate organizations, or their direct engagement in maritime crime, could well herald an increasing professional and dangerous evolution of piracy in the region. Competing territorial claims amongst regional states and gaps in maritime law enforcement capacity have helped to create a permissive environment for low-level maritime crime, and have reduced the efficacy of coordinated regional enforcement operations which are critical to a sustained end to the problem.

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De capa y espada en el sudeste asiático

Un buque de carga anclado en la costa de Yakarta, Indonesia, fue atacado por piratas en horas tempranas del 16 de enero. Los cuatro hombres abordaron el buque mostrando cuchillos y una pistola y tomaron a la tripulación de rehén. El oficial de turno en el barco pudo hacer sonar la alarma, lo que forzó a los piratas a escapar con poco más que algunos equipos de la sala de máquinas del buque. Si bien el asalto resultó en un robo mínimo con bajo nivel de violencia, este hecho es un indicador del dramático resurgimiento de la piratería en el sudeste de Asia.

Las aguas del sudeste asiático –incluyendo el Estrecho de Malaca, el Mar del Sur de China, y los mares territoriales de Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur, Vietnam y Brunei – han sido por mucho tiempo un semillero para la piratería. El sudeste asiático es un nodo crucial en el flujo del comercio global. Más del 40% del comercio mundial -lo que implica 50.000 buques por año- atraviesa esta zona. La oportunidad para la piratería se acentúa aún más por la topografía de las rutas de transporte en la región, que recorren varios estrechos bien transitados que les exigen a los barcos reducir su velocidad y movimiento, convirtiéndolos en presa fácil para los grupos piratas. La exploración offshore de petróleo en la región también ha aumentado, creando así un nuevo blanco para los ataques piratas: el 25% de todo el petróleo transportado por vía marítima atraviesa el Estrecho de Malaca.

En 2004, la región representaba más de 1/3 de todos los ataques de piratas cometidos a nivel mundial, siendo Indonesia la receptora de más de un cuarto de ellos. El número de ataques se redujo drásticamente entre 2003 y 2010, fenómeno atribuido a varias e intensas operaciones contra la piratería llevadas a cabo por estados regionales, y al cese de la larga insurgencia en la provincia de Aceh en Indonesia. No obstante, parece que los piratas han vuelto, y según se informa, los ataques han aumento un quinto en 2013, ascendiendo a 106. Según un informe trimestral realizado por International Maritime Bureau, la piratería en el sur de Asia ocupa el primer lugar, con incidentes que superan por lejos los del Golfo de Adén y las zonas en Guinea propensas a la piratería. Sólo Indonesia fue testigo de más de la mitad de los incidentes mundiales cometidos en sus mares territoriales.

Los ataques piratas varían desde asaltos oportunistas en los buques anclados –similares al ataque en Yakarta – hasta secuestros de barcos enteros para la reventa. Uno de los primeros informes sobre piratas modernos que secuestran barcos para luego pedir un rescate -táctica que más tarde sería empleada con efectos devastadores en las costas de Somalia- fue realizado en esta zona. La gran mayoría de los asaltos recientes han sido más bien oportunistas, involucrando un pequeño número de individuos que apuntan a buques anclados cerca de la costa. Una cantidad inferior de ataques, entre el 20% y el 40%, están dirigidos a barcos en marcha, lo cual es distintivo de grupos piratas más organizados y profesionales. El índice de ataques profesionales ha disminuido levemente en los últimos años, incluso cuando el número de ataques en general ha aumentado.

Es probable que a medida que las economías del sudeste y del este asiático sigan creciendo y aumente la producción offshore, también lo haga su atractivo para los grupos piratas. La región alberga a unas 500 millones de personas, a menudo agrupadas en áreas litorales y en condiciones de pobreza extrema. A algunos, la desesperación económica los lleva recurrir a estos ataques oportunistas. Además, las rebeliones de larga data en la región han dado como resultado grupos armados bien organizados familiarizados con la violencia y capaces de montar ataques altamente profesionales. Las áreas urbanas ya están plagadas de bandas y otros grupos criminales organizados en busca de nuevos negocios ilícitos redituables. Su colaboración con organizaciones piratas, o su participación directa en delitos en alta mar, bien podría anunciar una escalada en la evolución del nivel de profesionalidad y peligrosidad de la piratería en la región. Las disputas de los países de la zona por el territorio y los huecos en la aplicación del derecho marítimo han ayudado a crear un ambiente permisivo para los delitos menores en alta mar, y han reducido la eficacia de operaciones regionales coordinadas críticas para darle un punto final al problema.